jueves, 28 de diciembre de 2006

Al límite

Steiner, en La barbarie de la ignorancia, cuenta:
“Bajo Brezhnev –que no era lo peor, era grave pero no era Stalin- había una joven rusa en una universidad, especialista en literatura romántica inglesa. La metieron en un calabozo, sin luz, sin papel ni lápiz, a causa de una delación idiota y completamente falsa, ni hace falta aclararlo. Conocía de memoria el Don Juan de Byron (treinta mil versos o más). En la oscuridad lo tradujo mentalmente en rimas rusas. Sale de la prisión habiendo perdido la vista, dicta la traducción a una amiga y ésa es ahora la gran traducción rusa de Byron.”
Stefan Zweig, en Novela de ajedrez, narra la historia de un hombre al que la Gestapo encarcela en una habitación de hotel con ventanas tapiadas, papel floreado en las paredes, una luz que no se apaga nunca y un único mueble, una cama.La puerta sólo se abre para que alguien introduzca una bandeja de comida o para arrastrarlo a otra habitación donde se le interroga sobre cuestiones que él ignora.A diferencia de la traductora, este hombre lo único que puede y sabe hacer es contar las flores del empapelado, medir en pasos o en pies el ancho y el largo de la habitación, hablarse a sí mismo y torturarse por lo incomprensible de su situación.Un día, mientras espera ser interrogado, roba un libro. El único libro que hay en aquella habitación. Un libro que asoma del bolsillo de uno de los abrigos que hay colgados.Vuelve a su habitación, abre el libro y no sabe leerlo. Es un compendio de partidas de ajedrez. Números y letras que él no puede descifrar. Pero no desiste, aquel libro es lo único que tiene para anudarse a una realidad distinta a la que vive.Relee una y otra vez aquellas páginas y acaba usando como tablero de ajedrez la colcha cuadriculada y construye fichas con pedacitos de pan para repetir aquellos movimientos de un juego que él no entiende.Y un día, se hace la luz, y ya no importa dónde está ni por qué está allí.Crea nuevas aperturas, nuevos métodos de defensa y ataque, y sabe, él sabe, que aunque esté allí, encerrado, es mejor jugador que cualquiera de los que el libro menciona.
Steiner, entre otras cosas, deduce de su historia que “la mente humana es totalmente indestructible”.
Yo no estoy tan segura.
Ignoro si la traductora rusa volvió a traducir, pero si sé, porque Zweig lo cuenta, que cuando el protagonista de su novela, ya libre y rumbo a Buenos Aires, se enfrenta y gana al campeón del mundo, algo en él se rompe y sabe que no puede volver a jugar porque aquel juego lo aboca a la locura.

Posteado por ijotamm en De naufragios y faros el 10-2-2006

3 comentarios:

NáN dijo...

Te lo había leído, en Naufragios, cuando me diste acceso.
Las dos historias son fascinantes (aunque dolorosas). No nos damos cuenta de nuestro potencial. Me suena que era Cortázar el que decía que en una taza hay suficiente energía para que explote el mundo, o algo parecido.

Esperemos no tener que demostrarlo así.

Buenas noches, amiga mía.

westerlia dijo...

Estoy viendo la peli Apocalypse now redux en la 2, y vine para escribir algo, pero no. Así que sólo voy a darte las gracias por llamarme amiga y me voy a ir tan contentita.

NáN dijo...

¡Ay!