jueves, 25 de enero de 2007

Invitación



Una mujer me baila en los oídos
palabras de la infancia
yo la escucho
mansamente la miro
la estoy mirando ceremoniosamente
y si ella dice humo
si dice pez que cogimos con la mano,
si ella dice mi padre y mi madre y mis hermanos
siento resbalar desde lo antiguo
una cosa indefinible
melaza de palabras
puesto que ella, hablando,
me ha conquistado
y me tiene así,
prendida de sus letras
de sus sílabas y consonantes
como si la hubiera penetrado.
Me tiene así prendida
murmurándome cosas antiguas
cosas que he olvidado
cosas que no existieron nunca
pero ahora, al pronunciarlas,
son un hecho,
y hablándome me lleva hasta la cama
adonde yo no quisiera ir
por la dulzura de la palabra ven.
C. Peri Rossi



Gris

Cosas antiguas,
cosas que ya he olvidado:

Humo.
Pez que cogimos con la mano.
Melaza de palabras.
Ven
.

4 comentarios:

NáN dijo...

Y mientras ella viene, yo te hablo, mirando al frente. Como en esas películas americanas en las que la gente habla mirando al frente, como si cada uno estuviera a sus cosas; pero desde la butaca del espectador te das cuenta de que están tan unidos, que duele ver que ellos no se dan cuenta.

Yo te hablo, Wes, yo te hablo. (mientras ella viene).

westerlia dijo...

Sí, esto de los blogs tiene eso, que cada uno cuenta sus cosas y a veces respondemos y a veces nos responden y se establecen vínculos porque, al fin y al cabo, somos todos tan iguales aunque seamos tan distintos.

Gracias.

Rober dijo...

Como diría Joaquín Sabina "que no te den a elegir entre el recuerdo y el olvido"

westerlia dijo...

robel, agradable sorpresa tu visita. (Te leo en "El peso de las cosas". Me gustó especialmente Primera parte: yo.)

Y, si me dan a elegir, me quedo con el recuerdo porque como dice Serrat:
Los recuerdos suelen
contarte mentiras.
Se amoldan al viento,
amañan la historia;
por aquí se encogen,
por allá se estiran,
se tiñen de gloria,
se bañan en lodo,
se endulzan, se amargan
a nuestro acomodo,
según nos convenga;
porque antes que nada
y a pesar de todo
hay que sobrevivir.

Recuerdos que volaron lejos
o que los armarios encierran;
cuando está por cambiar el tiempo,
como las heridas de guerra,
vuelven a dolernos de nuevo.

Los recuerdos tienen
un perfume frágil
que les acompaña
por toda la vida
y tatuado a fuego
llevan en la frente
un día cualquiera,
un nombre corriente
con el que caminan
con paso doliente,
arriba y abajo,
húmedas aceras
canturreando siempre
la misma canción.

Y por más que tiempos felices
saquen a pasear de la mano,
los recuerdos suelen ser tristes
hijos, como son, del pasado,
de aquello que fue y ya no existe.

Pero los recuerdos
desnudos de adornos,
limpios de nostalgias,
cuando solo queda
la memoria pura,
el olor sin rostro,
el color sin nombre,
sin encarnadura,
son el esqueleto
sobre el que construimos
todo lo que somos,
aquello que fuimos
y lo que quisimos
y no pudo ser.

Después, inflexible, el olvido
irá carcomiendo la historia;
y aquellos que nos han querido
restaurarán nuestra memoria
a su gusto y a su medida
con recuerdos
de sus vidas.